martes, 25 de octubre de 2011

¿Generación perdida?

A la generación nacida en los primeros años de nuestra democracia, tal vez un poco mimada por sus progenitores –entre los que yo me cuento–, se la puede tildar de haber permanecido unos años (quizás demasiados) aletargada, como durmiendo el nirvana producido por un régimen de libertades recién estrenado que les permitía vivir con cierta holgura, si se comparaba con la sociedad de subsistencia en la que se habían visto obligados a vivir sus padres y abuelos. Pero nunca, de generación perdida.

A pesar de la lacra social que supone el que algunos de estos jóvenes hayan salido de su periodo escolar casi tan analfabetos como cuando entraron, hay otros muchos que aprovecharon ese tiempo precioso y hoy son hombres y mujeres instruidos y preparados para enfrentarse a una sociedad que se debate en un caos, en un laberinto al que no se le encuentra salida, al menos, siguiendo los métodos enrarecidos e incongruentes a los que se nos está sometiendo en los últimos tiempos. Nuestro sistema social agoniza. Hiede a muerto. Y lo más grave estriba en que la enfermedad no se limita a nuestro país, con sus desgobiernos, sino que además, es la consecuencia de gravísimos desequilibrios mundiales: una política de mercados en la que prima la economía especulativa sobre la productiva, que hace que los pocos poderosos posean más y los muchos hambrientos pasen más hambre.

Por eso centro mis esperanzas de humanización y equidad en esa generación no perdida, despierta, al fin, a la realidad de nuestro mundo, porque, si hay algo más descorazonador que el abuso de los poderosos, es la pasividad de los oprimidos, sobre todo si son jóvenes. En nuestro país, casi la mitad de esos jóvenes no tienen un trabajo al que agarrarse ni esperanzas de encontrarlo, les ha sonado el despertador junto a la oreja y, a los no tan jóvenes, la esperanza de que algo cambie para mejor. Todo comenzó en el pasado mes de abril con aquellas manifestaciones de Jóvenes sin Futuro, y alcanzó gran protagonismo con los Indignados del 15-M. Cambiar el mundo siempre fue cosa de jóvenes, con el apoyo de los mayores, claro. A través de las redes de Internet, esta conciencia de justicia social se está extendiendo por el mundo como una gota de aceite en un baso de agua, la respuesta masiva en más de 80 países exigiendo Democracia Real así lo acredita. Hay quienes aseguran que nuestro sistema sólo podría regenerarse con una revolución social a fondo. Yo cambiaría lo de revolución por gestión, porque las revoluciones, a lo largo de La Historia, siempre se amasaron con sangre. Luchar sin violencia por un mundo más decente puede ser una utopía, pero yo siempre tuve fe en las utopías.

1 comentario:

  1. Me aterra pensar que una revolución pueda acabar como está pasando en Libia, con independencia de quienes sean los "buenos" y los "malos". Siempre admiré la postura de Gandhi en la India, luchando contra el todopoderoso imperio británico con una simple huelga de hambre.

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