lunes, 26 de septiembre de 2011

La villa de entonces

Puede que su censo no alcanzara una tercera parte de los habitantes que la poblamos actualmente; hablo del Ibi de 1962, el que yo vi por primera vez desde la perspectiva de mis 17 años de edad recién estrenados. El Cinema Río se había inaugurado dos días antes con un combate de lucha libre y moros y cristianos andaban a trabucazos por las calles, pero a mí ya me habían advertido que no me asustara, que era una guerra de broma, que los tiros eran de fogueo y la sangre con la que se amasaba aquella guerra se componía de vino y cerveza.
Mi hermana de 15 años, yo y nuestro destartalado maletón, con sus humildes trapitos navegando por el océano de su interior, en un angosto cuartucho de pensión, sin más mobiliario que dos catres y una silla, nos miramos medrosos, esperando que se firmara la paz en aquella guerra de broma, para comenzar a trabajar, que es a lo que habíamos venido.
Resultaría largo y engorroso establecer comparaciones entre el Ibi de entonces y el de nuestros días, me limitaré a contarles que el alubión de pedidos que les llovían a las fábricas, corría parejo con el de inmigrantes que desembarcábamos de la Alcoyana en la puerta del Bar Central, conocido por el Bar de la Tere. En los años inmediatos y a remolque de la necesidad, se comenzaron a improvisar viviendas a troche y moche, sin tener en cuenta, en muchas ocasiones, las mínimas normas de ordenación urbana. La periferia se pobló de barrios establecidos en bancales en los que el precio del suelo iba acorde con el famélico bolsillo de los inmigrantes, barrios desperdigados, lejos del centro, como un rebaño huérfano de pastor y perros que lo mantuviesen unido. Lo más destacado en los años inmediatamente posteriores, en lo que a urbanismo se refiere, eran: el barrio de Nueva York por sus ‘rascacielos’ y La Ciudad Deportiva, aislada del resto de la población por una vía que jamás conoció tren, como las vírgenes vestales no conocieron varón, ni el aeropuerto de Castellón aviones.
Hoy, esas calvas que hacían de nuestro pueblo un puzzle de guetos aislados, se ha compactado, formando una pequeña ciudad aceptablemente proporcionada aun a pesar de sus, todavía descalabros urbanísticos. Son dignas de destacar (entre otras transformaciones) la desaparición de la vía, huérfana de tren, hoy amplia y útil avenida, y el acondicionamiento del Desvío, muy bien ideado para servir a automovilistas y peatones.
Justo es reconocer que los muchos gobiernos municipales que desde el 62 han pasado por nuestro Ayuntamiento, a pesar de sus errores, también han tenido aciertos.