martes, 14 de febrero de 2012

Sólo un techo y un jornal

En tiempos de la segunda república española, los proletarios del campo pedían Tierra y Libertad. Eran los ingredientes básicos para mantener el cuerpo y la dignidad del campesino. En la actualidad nadie pide tierra porque sólo sabemos cultivarla un puñado de viejos románticos, que ni siquiera nos paramos a pensar si este trabajo es o no rentable.

Lo que ahora demandan las clases trabajadoras (y lo hacen tan angustiadas como aquellos republicanos) es un techo y un jornal. Lo del jornal está llegando a convertirse en un sueño irrealizable, puesto que los trabajadores preparados para desempeñar cargos de cierta responsabilidad, han de buscar acomodo en el extranjero y el personal de tropa, dispuesto para trabajar pero sin una buena preparación que responda a esas demandas más allá de nuestras fronteras, y que son mayoría, no encuentra un trabajo al que hincarle el diente, por más que se patee polígonos y centros turísticos.

Y en cuanto a tener un techo bajo el que cobijarse, más que sueño se ha convertido en pesadilla, ya que fueron muchas las familias que mordieron el señuelo que les tendía esta sociedad nuestra, dirigida por gobernantes que, más que gobernar, improvisaban (me pregunto, de qué les serviría mantener a esa caterva de asesores). Ahora, una multitud de estas familias se ven sin jornal, en la calle y endeudadas por la hipoteca vitalicia a la que se amarraron cuando nos contaban que España iba bien.

Qué lejos quedó aquello del derecho constitucional a un trabajo y una vivienda dignos, se ha mojado el papel en el que lo escribieron y su contenido anda por los suelos, a aquella hermosa iniciativa sólo puede llamársele un propósito de buenas intenciones, la vivienda, antaño considerada un bien de primera necesidad, desde hace casi dos décadas ha venido degenerando en artículo de lujo y refugio de especuladores. Los gobiernos que han permitido, y hasta fomentado tan disparatada política, PP y PSOE, se han dado cuenta (demasiado tarde) de las nefastas consecuencias de su proceder y no saben por donde meter mano al descalabro en el que estamos inmersos. El expresidente Zapatero, agotado de hacer juegos malabares, respira aliviado al haberse quitado el bulto de encima y a nuestro flamante presidente Rajoy, por más seguridad y contundencia que muestre de fachada para afuera, sabe que tiene una patata caliente en las manos que quema por donde quiera que se la toque, así como que ellos, PP y PSOE, son, sino los únicos, sí los mayores culpables de que el desastre haya alcanzado tal magnitud.

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