lunes, 11 de junio de 2012

El lobo pastor


El lobo tiene hambre, los lobos siempre tienen hambre, por eso cuando irrumpen en un rebaño matan sin tasa, más animales que los que luego podrán comer. Ahora mira el lobo cómo el rebaño reposa tranquilamente bajo la gran encina que da sombra a más de la mitad de la corraliza de zarzo, en tanto que el pastor duerme a pierna suelta bajo el destartalado porche de la majada. Es entonces cuando el lobo descubre algo insólito: ¡las ovejas no paran de masticar! Cómo es posible, si en todo el suelo del corral no hay ni una brizna de hierba, sólo una ligera capa de estiércol remolido al que los animales no le prestan la menor atención. ¡Ya está! –Cae al fin en la cuenta–: el astuto pastor se ha agenciado una raza de ovejas que se mantienen del aire, comen aire.

El lobo decide matar al pastor y a su perro, con lo que pasa a ser dueño y pastor del rebaño, en adelante vivirá holgazaneando por estos parajes mientras el rebaño come aire, y cuando le apetezca, sólo tendrá que acercarse a la corraliza y comerse alguna de aquellas reses gordas a fuerza de comer viento, que es alimento muy sano. El desastroso desenlace de la historia ya se lo pueden ustedes imaginar…

Los dioses de la Economía Mundial son una macabra réplica de nuestro cuento, pretenden (casi han conseguido ya), convertir al mundo del trabajo, al mundo productivo, en un rebaño al que no hace falta proporcionarle pastos de los que alimentarse, basta con encerrarlo en un corral  y dejarlo rumiar sus miserias. El gran descalabro comenzó a gestarse en nuestro país, cuando nuestros políticos adoptaron la táctica de reubicar a sus colegas –una vez cesados de sus cargos representativos en la Administración Gubernamental, en las juntas rectoras de las cajas de ahorros, algo tan imprudente como coger a un puñado de locos y soltarlos en un pinar con un bidón de gasolina en una mano y una caja de cerillas en la otra. Está suficientemente demostrado que la casta política, salvo honrosísimas excepciones, no combina demasiado bien con ambientes en los que se maneje dinero.

Ahora nos dicen que se precisa con urgencia la friolera de 40.000 millones de euros para tapar el agujero del sistema financiero. Teniendo en cuenta asuntos como el famoso déficit, prima de riesgo, galopante índice de desempleo y acelerado ritmo de empresas y pequeños negocios que cierran sus puertas diariamente, de dónde vamos a sacar todo eso, de los riñones de los de siempre…

Una cosa tenemos meridianamente clara: esta recua de desaprensivos se nos han comido el rosco y nos han dejado el agujero. ¿O no?

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