viernes, 3 de junio de 2011

Justificar lo injustificable

Difícil tarea le cayó en las manos al secretario de Interior catalán para explicar la actuación de sus policías autónomos contra los jóvenes acampados en Plaza de Cataluña. La vacuidad de su discurso casi era digna de lástima, pobre hombre, lo más “brillante” que nos contó fue que los hechos se analizarían la semana siguiente. La palabra análisis la pronunció (tuve la curiosidad de contarlas) 17 veces en su vacío discurso, en tanto que se bebía casi dos jarras de agua y, es que claro; quizás pensó que lubricando su propio gaznate, lograría hacernos tragar la milonga que nos estaba contando, sobre la ineludible necesidad de la intervención policial contra la congregación de jóvenes que piden una democracia real en la que, entre otras muchas cosas, no andemos tan pobres de justicia social.

Los jóvenes han despertado, al fin, de ese largo invierno de más de 40 años en el que permanecieron aletargados (si los cuarenta años del franquismo fueron negros, los del pasotismo juvenil los calificaría de grises) y este despertar, está poniendo nerviosos a ciertos sectores de la política. Creo que lo que más crispa a estos sectores es que los manifestantes exponen sus criterios desde la sabia consigna del respeto, la no violencia, saben que a las autoridades la mejor forma de joderlas es obedecerlas; demostraron una gran templanza aguantando los estacazos de los “encargados del orden” amontonados en el suelo, comiéndose su rabia y sus razones.

Desde hace un tiempo vengo ¿temiendo? una revuelta social que, al menos, pusiera freno a tanto desatino, algo, que nuestra vapuleada sociedad estaba pidiendo a gritos. Pero me preocupaba imaginar a cientos, miles de padres y madres en las calles reclamando comida y cobijo para sus hijos y éstos, pueden estar seguros, no iban a ir en plan de cancioncitas ni de hacinarse para que los apaleasen los agentes de las porras. Yo, desde mis 66, me sumo a estos jóvenes para decir que los ciudadanos no militantes de ningún partido, ya estamos ahítos de listas electorales cerradas; de mantener un colosal aparato burocrático que nos come por los pies. De paraísos fiscales y de que sea la gran economía de mercado quien gobierne a nuestros gobernantes y, puestos a pedir, que a los políticos que han estado envueltos en casos de corrupción, se les aplicara una orden de alejamiento de los lugares en los que hay dinero público y se les colgara un cascabel para saber por donde andan ¡casi na, lo que pido!

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